La violencia digital, lejos de ser menos perjudicial que otras formas de abuso, afecta a un alarmante 73% de la población mundial. Esta problemática, que incide especialmente en mujeres y grupos vulnerables, puede ocurrir en cualquier momento y lugar, sin importar las barreras geográficas.
La violencia digital abarca una amplia gama de comportamientos, desde amenazas y acoso hasta la difusión de información personal y la ciberviolencia financiera. Esta forma de abuso busca controlar y dañar a la pareja o expareja a través de medios electrónicos, como teléfonos móviles y redes sociales.
Los perpetradores de violencia digital suelen controlar cada aspecto de la vida de sus parejas, exigiendo su ubicación, revisando sus actividades y limitando su interacción con otras personas. Esto puede causar emociones negativas como depresión, ansiedad y aislamiento social, así como problemas de salud física y laboral.
Para enfrentar la violencia digital en las relaciones de pareja, especialistas sugieren fortalecer las habilidades de comunicación, establecer límites y fomentar la equidad. También recomienda buscar apoyo emocional en instituciones como centros de atención psicológica y, si es necesario, tomar acciones legales contra el agresor.
Es fundamental reconocer que nadie debe tolerar la violencia en ninguna de sus formas. Construir relaciones de pareja saludables implica respetar los derechos propios y de la pareja, y tomar decisiones informadas sobre el cuerpo y la actividad sexual.
Si te encuentras en una situación de violencia digital en tu relación, recuerda que no estás solo. Busca ayuda, toma medidas para protegerte y construye un futuro basado en el respeto mutuo y la igualdad.
Violencia digital abarca: Comportamientos que pueden ser amenazas, omisiones, acoso y abuso, cuyo propósito es controlar, deteriorar y dañar a la pareja o expareja, mediante el uso de recursos electrónicos. Incluye insultos, humillaciones, difusión de información personal, robo de identidad, invasión de la privacidad y vigilancia, así como la sextorsión y pornografía no consentida.
Provoca: un sinnúmero de emociones negativas, como enojo, tristeza o ira. Entre sus consecuencias más comunes se encuentra la depresión, ansiedad, aislamiento social, mala reputación, conductas sexuales de riesgo, incluso, síndrome de estrés postraumático.
También, baja productividad: rezago académico y deserción escolar; problemas crónicos de salud (con enfermedades como colitis o gastritis); discapacidad; días laborales perdidos; autolesiones; relaciones interpersonales disfuncionales; comorbilidad con otros problemas de salud mental, como ideación y conductas suicidas, hasta la muerte.